El uso de ejercicios terapéuticos para mantener o mejorar la salud de las personas no es un concepto nuevo (Licht y Johnson, 1965). Los historiadores describen su uso en Grecia y la India mucho antes del nacimiento de Jesús (Licht, 1965).
Pero lo que abarca el término genérico cong fou (gongfu o kung fu según la grafía utilizada para traducir el chino (Florence, 1995)) descrito por Amiot en Occidente ya en 1779, y que incluye el uso de un conjunto de posturas, movimientos y ejercicios respiratorios, es uno de los únicos tipos de ejercicio (junto con el yoga) que ha sobrevivido a los tiempos, desde su uso en la antigua China (Adams, Daniel y Rullman, 1975), mientras evolucionaba hasta llegar a nosotros.
Cabe señalar que, desde el principio, el objetivo terapéutico de estos ejercicios es difícil de separar de su uso como práctica marcial o arte de combate (Despeux, 1981, Jwing-Ming, 1997 para el taiji quan (o tai chi chuan); Habersetzer, 1991, Jwing-Ming, 1995 para el qi-qong (o chi-kung)), una práctica que ha influido en la evolución de otras artes marciales, que a menudo han dado lugar a formas deportivas actuales, como las artes marciales chinas o vietnamitas, o incluso el karate-do japonés moderno.
Mientras que el uso de este tipo de ejercicio es clásico en la práctica de la medicina china, lo es mucho menos en la práctica de la medicina occidental (Réquéna, 1991; Voranger, 1988) y su introducción en ella es mucho más reciente, aunque a menudo influye en el desarrollo de nuevas terapias (por ejemplo, May-Ropers, 1996). La utilización de una actividad física o deportiva para reeducar no es, por supuesto, exclusiva de las artes marciales (véase, por ejemplo, la utilización de métodos gimnásticos o de natación para la reeducación vertebral por Efther y Préau (1991) o la reeducación de pacientes cerebelosos por Sultana (1981) ; o las diversas actividades propuestas en las actas del IX congreso sobre actividades físicas adaptadas, Minvielle, Caillaud, Ramanantsoa (1997)), tanto para pacientes como para sujetos con discapacidades motoras o mentales (Adams, Daniel y Rullman, 1975; Terranova, 1986; Shepard, 1991).
Pero, como nos recordaba Lehmann (1981), no es evidente abrir las actividades deportivas, incluso las adaptadas, a las personas con discapacidad motriz, como pedirles que realicen un golpe con una sola pierna del tipo mae geri en kárate, cuando ya tienen enormes dificultades para mantener el equilibrio sobre sus dos extremidades inferiores.
Por otra parte, si el sujeto es una persona mayor o un paciente, para tener en cuenta su experiencia anterior, no se le pedirá lo mismo si nunca ha practicado deporte, o si ya ha practicado un deporte, o incluso un deporte de combate, a veces incluso de alto nivel (Delpech, 1996). Además, la reeducación funcional, cuyo objetivo es prevenir o reducir los déficits, se ha descrito como específica para las personas mayores debido al envejecimiento biológico normal del individuo (Ribeyre, Rabourdin, 1982), lo que significa que la frecuencia, la intensidad, la duración y el calentamiento de los ejercicios deportivos adaptados propuestos deben tener en cuenta la edad de los sujetos.
En la primera parte de este trabajo, presentamos una aproximación descriptiva y clínica a la utilización de este tipo de técnicas derivadas de las artes marciales (Sultana et al., 1997), y en la segunda, un intento de cuantificar experimentalmente el efecto de su utilización en una población de personas mayores (Gorgy, 1996).
Este tipo de técnica deriva de la práctica adaptada de las denominadas artes marciales internas: "Nei-chia kung-fu" (como el qi-qong o el tai chi chuan) o externas: "Wai-chia kung-fu" (como el kárate), o bien, en caso de deterioro leve de los pacientes, utiliza la práctica de estas artes marciales para principiantes. Esta clasificación entre artes marciales internas y externas no es evidente y está sujeta a controversia (Dufresne y Nguyên, 1994; Itier, 1997; Raffort, 1997). Para simplificar (aunque somos conscientes de que esto no abarca todo el fenómeno), algunas artes marciales internas son más flexibles y lentas, otras más violentas y bruscas; algunas se interesan principalmente por el desarrollo de la energía interna, que no es muy visible, mientras que otras se interesan por la fuerza física en sus manifestaciones externas visibles.
ENFOQUE CLÍNICO
La práctica de artes marciales adaptadas es una actividad muy cómoda para los pacientes jóvenes (atáxicos, cerebelosos, con traumatismo craneoencefálico, cuya etiología puede ser variable: esclerosis múltiple, etc.), porque siempre se realiza en presencia del rehabilitador y en interacción con él, y a veces puede realizarse en grupo, incluyendo al personal de enfermería que desee aprenderla. Estas actividades permiten trabajar intensamente el equilibrio y controlar la agresividad en un ambiente cálido y motivador (con la posibilidad de utilizar una música de fondo adecuada, en particular para reducir el riesgo de estrés o para normalizar la velocidad de los ejercicios, que deben seguir el ritmo impuesto por la música).
La actividad y los ejercicios propuestos deben adaptarse a la personalidad y al grado de discapacidad del paciente: puñetazos, patadas, paradas (con o sin desplazamiento hacia delante y hacia atrás), rotaciones, aprendizaje de las caídas, etc. Por ejemplo, el kárate realizado en posición de pie es adecuado principalmente para personas con discapacidades intermedias o leves (Vallet, 1995). Las secuencias de movimientos lentos derivadas de la gimnasia china, como el qi-qong o el tai chi chuan, se adaptan mejor a los pacientes con hipertonía espástica que sólo necesitan realizar los ejercicios con un mínimo de fuerza (suponiendo que así se evita exacerbar la espasticidad).
En la espasticidad profunda, los ejercicios deben limitarse generalmente a la lucha amistosa en posiciones bajas. Interés por el equilibrio estático y dinámico: El trabajo del equilibrio es muy importante en las artes marciales y, por tanto, para su utilización como técnica de reeducación postural y locomotriz (Tse, Bailey, 1992). De hecho, se utiliza para mantener determinadas posiciones uni o bípedas, asociadas a diversos movimientos de los miembros superiores, el tronco y la cabeza, así como para asegurar las transferencias del peso corporal de un pie a otro, los cambios de postura y las caídas voluntarias e involuntarias.
Beneficios ortopédicos: Todos los ejercicios realizados en bipedestación se ejecutan con la columna vertebral en la posición correcta, haciendo hincapié en la autoexpansión axial sin rigidez. También se controla cuidadosamente la posición de cada articulación. No se olvida la flexibilidad, ya que los movimientos realizados permiten estirar las principales cadenas musculoaponeuróticas. Interés por la respiración: Entre las distintas formas de respiración que suelen asociarse a los ejercicios de qi-qong, destacamos la respiración abdominal inversa. Esta técnica es especialmente interesante para los pacientes y las personas mayores. - Masajea los órganos intraabdominales alternando presión y depresión. - También sensibiliza y refuerza los músculos del suelo perineal, que se activan con cada inspiración y deben relajarse con cada espiración. Así se evita la distensión del perineo durante el aumento de la presión intraabdominal inspiratoria. Por consiguiente, este tipo de respiración puede desempeñar un papel importante en los casos de incontinencia de esfuerzo (este tipo de incontinencia es especialmente frecuente en las personas mayores y en las ex deportistas).
También sabemos que la respiración influye en el equilibrio postural (Jeong, 1991; Bouisset, Duchêne, 1994), de ahí la importancia de saber controlarla. La técnica es muy sencilla: - La inhalación está asociada a la contracción abdominal y perineal (inspirar metiendo el abdomen y apretando el ano y el perineo); - La exhalación es un momento de relajación (espirar relajando el abdomen y el perineo).
Beneficios psicosociales y relacionales de las artes marciales: El descubrimiento de una nueva actividad, así como el aspecto lúdico y estético de estos ejercicios, explican la fuerte motivación de los pacientes. Desarrollan la cooperación y la solidaridad con el equipo docente. Tienen un efecto sobre las ganas de vivir de los pacientes, por lo que son especialmente útiles para los pacientes tristes o retraídos. La ética de las artes marciales preconiza el autocontrol y el respeto a los demás en cualquier circunstancia;
Este control es importante para los pacientes con tendencia a la agresividad. Además, estos ejercicios ayudan a mantener el gusto por el esfuerzo (foto 2). Conclusión provisional: motivación, convivencia, mejora del equilibrio, realización personal respetando a los demás. Con todas estas características, ¿es de extrañar que el uso adaptado de las artes marciales pueda desempeñar un papel en el desarrollo físico y psicológico de los pacientes? Por último, debido a la especificidad relativa de cada proceso de aprendizaje, es importante comprender que las artes marciales internas y externas no pretenden sustituir la rehabilitación funcional de estos pacientes, que sigue siendo esencial: rehabilitación de la bipedestación, la marcha, la subida de escaleras, el vestido, el aseo....
ENFOQUE EXPERIMENTAL
Desde el punto de vista del desarrollo psicomotor del individuo, se intentó demostrar el efecto de la práctica del qi-qong, qi gong o chi-kung (qi = energía, qong = disciplina), una actividad médica y marcial que se dice que se originó durante el reinado del emperador amarillo Huang Di entre 2690-2590 a.C. o más probablemente (Voranger, 1988) durante el periodo Han (200 a.C.). Se trataba de identificar los aspectos neurofisiológicos y neuropsicológicos específicos de esta práctica.
La actividad postural y el equilibrio esenciales para el qi-qong se sustentan en mecanismos complejos. Es importante darse cuenta de que "la referencia postural es utilizada por el sistema nervioso para calcular la trayectoria del movimiento voluntario en el espacio pericorporal" (Biguer et al., 1988). La postura es un referente en torno al cual se organizan las reacciones antigravitatorias, axio-proximo-distales y la organización postural de la cabeza y los segmentos. Directamente relacionado con la postura está el concepto de equilibrio, que a su vez subyace al concepto de movimiento adaptado. Por equilibrio se entiende el estado de reposo de un cuerpo sometido a varias fuerzas que se anulan mutuamente.
Hay 4 elementos principales que subyacen al mantenimiento del equilibrio durante la postura (Massion, 1993): - El control de la proyección del centro de gravedad sobre el suelo dentro del polígono de sustentación, - Las señales de detección de errores o las reaferencias sensoriales, - Diversas regulaciones durante el movimiento o la coordinación entre la postura y el movimiento (que incluyen reacciones posturales, reacciones posturales anticipatorias), la coordinación entre la postura y la respiración, y la coordinación entre el movimiento y la respiración, - El diagrama corporal.
El qi-qong explota estos mecanismos a través de 3 clases de posturas (sentado, tumbado y de pie) y su práctica intenta conducir al practicante hacia un trabajo interno de regulación tónica, relajación, respiración, conocimiento táctil-cinestésico y topográfico del cuerpo, conocimiento espacial, conocimiento de las propiedades estáticas y dinámicas del cuerpo con vistas a optimizar las distintas coordinaciones que conducen a un movimiento adaptado. Es esencial situar el qi-qong en su práctica de movimiento lento bajo un control propioceptivo predominante.
En efecto, la práctica lenta permite controlar el movimiento, corregir los errores en cualquier momento mediante bucles de retroalimentación concomitantes a la tarea, y requiere un control muy fino y continuo de la postura. Según las teorías de Adams (1971) y Schmidt (1975), el sujeto compara su acción actual con un modelo interno o memoria de referencia del gesto, con la hipótesis patológica de una reducción o desaparición de esta referencia. El Qi-qong es, por tanto, una actividad motriz lenta e interiorizada (kung fu interno) que, por extensión, puede utilizarse en prácticas marciales rápidas y externas (kung fu externo).
MÉTODOS
En el marco de la reeducación psicomotriz de personas mayores, se estableció un protocolo experimental para comprobar si el qi-qong podía mejorar el rendimiento de los sujetos. El objetivo de la reeducación era ralentizar la aparición de déficits psicomotores (coordinación gestual y praxis, representación del espacio, motricidad fina, fortalecimiento muscular, memoria y cálculo, etc.) causados por el envejecimiento natural, o mejorar y reducir estos déficits.
Dos grupos (extraídos de una población mutualista de edad avanzada sin antecedentes neurológicos), de 5 sujetos cada uno, fueron evaluados en un tiempo T0 mediante un test derivado del Lincoln-Oseretski, compuesto originalmente por 36 ítems (Roger, 1984), adaptado para adultos y ancianos con 16 ítems.
Esta prueba consta de 4 grupos de ítems motores
(G1: equilibrio, G2: coordinación dinámica general, G3: motricidad fina, G4: neuromotricidad).
Para G1 encontramos, por ejemplo, la capacidad y la manera (con diversos grados de oscilación, movimiento de brazos, etc.) de mantenerse de pie con los pies en línea durante 10 a 15 segundos, mantener el equilibrio de puntillas, mantener el equilibrio sobre un pie con los ojos abiertos y cerrados.
Para el G2 encontramos caminar hacia atrás, golpear ritmos con pies y manos al mismo tiempo mientras se está sentado... Cada grupo tenía dos sesiones de reeducación psicomotriz a la semana, idénticas en contenido, una de 2 horas y la otra de 1 hora. Durante la sesión de 2 horas, uno de los 2 grupos practicaba qi-qong durante 1/2 a 3/4 de hora, bajo la dirección de uno de los autores del artículo, formado a la vez como terapeuta psicomotor y como profesor de qi-qong. La duración total fue de aproximadamente 40 a 50 horas de qi-qong, repartidas en un periodo de 7 a 8 meses. La duración media de la rehabilitación psicomotriz para el grupo de prueba fue de 1 año y 2 meses, y para el grupo de control de 4 años y 4 meses.
RESULTADOS
Un estudio estadístico mediante análisis de la varianza tras la reevaluación en T1 mostró que la diferencia de resultados entre la prueba T0 y la reevaluación T1 era altamente significativa para el grupo qi-qong [F(1, 8) = 34,9; p < 0,0004] y significativa para el grupo de control [F(1, 8) = 5,9; p < 0,041], lo que sugiere un efecto positivo del entrenamiento para los 2 grupos de sujetos.
Una comparación de las puntuaciones de los 2 grupos mostró que la diferencia entre los resultados de la prueba T0 inicial no era significativamente diferente [F(1, 8) = 1,11; p < 0,32].
Por otro lado, la diferencia entre los resultados en el retest T1 de los 2 grupos fue significativamente diferente [F(1, 8) = 8,44; p < 0,019], mostrando así el efecto diferencial debido al qi-qong.
La figura 1 muestra este mayor cambio en los resultados test/retest para los sujetos qi-qong que para los sujetos control. El estudio de la interacción muestra una diferencia significativa entre el cambio en los resultados obtenidos entre las situaciones de test y retest para el grupo qi-qong en comparación con el grupo control [F(1, 8) = 6,08; p < 0,04]. La figura 2, que muestra los resultados individuales de los 5 ancianos que practicaban qi-qong, muestra que el efecto se obtuvo en todos los sujetos, aunque en distintos grados.
No hubo efectos negativos de la práctica del qi-qong, y un cuestionario de satisfacción mostró el interés de los sujetos por los ejercicios.
CONCLUSIÓN
De los resultados de este estudio, y de un estudio sobre el tai chi (Tse, Bailey, 1992), podemos deducir que el qi-qong y el tai chi tienen una eficacia terapéutica en la psicomotricidad de las personas mayores que parece probable, en particular sobre el equilibrio postural, pero sería necesario asegurarse de ello mediante un estudio sobre una muestra más amplia de sujetos, y comparar con otros métodos reeducativos.
También habría que preguntarse si la práctica del movimiento lento (que recurre a mecanismos de control y ejecución distintos de los del movimiento rápido) puede realmente aportar una mejor gestión de la velocidad, por ejemplo en los deportes de combate y las artes marciales, o una mejor gestión de las acciones cotidianas, y de qué manera. En particular, es esencial enmarcar este trabajo sobre el movimiento lento en el de la calidad y la precisión del movimiento, lo que conduce a una mejor gestión del esfuerzo por parte del individuo, así como a lograr una verdadera economía del movimiento en las personas mayores. Además de los efectos fisiológicos del qi-qong, no hay que olvidar sus posibles beneficios psicológicos (el efecto de relajación dinámica, por ejemplo).
Desde este punto de vista, el qi-qong parece ser una práctica que puede conducir al individuo a una auténtica búsqueda del equilibrio físico, fisiológico y psicológico.
DEBATE GENERAL
Si, desde un punto de vista empírico, parece que el uso de prácticas deportivas o de artes marciales adaptadas es interesante para la rehabilitación psicomotriz de los pacientes, sólo lo sería desde el punto de vista de su psicología a través del placer de los pacientes por participar en estas actividades, lo que les acerca a la práctica de las personas sanas tal y como transmite la imagen del deporte en nuestra sociedad.
Este resultado también parece basarse en más de un millar de referencias relativas a las virtudes terapéuticas de estas prácticas, con todas las dificultades que entraña la comprensión de estos estudios basados en referencias procedentes de la medicina tradicional china (Ribaute, 1987; Gascoigne, 1997). Desgraciadamente, la mayoría de estas referencias no cumplen los criterios de publicación de resultados científicamente probados.
Entre los pocos estudios que sí cumplen estos criterios, se ha podido demostrar el efecto del entrenamiento Qi Qong sobre la actividad cortical (Zhang, Li y He, 1988; Zhang, Zhao y He, 1988) y sobre la resistencia de los sujetos al aumento de la gravedad debido a la fuerza centrífuga (Guo et al., 1988 y 1991).
Por otra parte, la cuantificación de la mejora general de las funciones motoras plantea un problema completamente distinto, aunque los resultados obtenidos sean alentadores.
Este problema se plantea naturalmente para la utilización en la rehabilitación de todos los deportes (Gabel, 1986). También se plantea para cuantificar el efecto del entrenamiento deportivo en general (Crémieux et al., 1995; Durny y Avanzini, 1998), o el efecto del ejercicio sobre el equilibrio postural en las personas mayores (Lichtenstein et al., 1989). También se plantea para cualquier técnica de evaluación general de los trastornos motores y su evolución en el tiempo (por ejemplo, el test de Tinetti, 1986, que analiza el equilibrio de los sujetos en diferentes actividades motoras separando el equilibrio estático del dinámico) para la que no existe consenso sobre un método universalmente reconocido (Berg et al., 1989; Fugl-Meyer et al., 1975; Gatev et al., 1996; Sanford et al., 1993). Lo mismo puede decirse de la cuantificación del estado de forma subjetivo de los pacientes que han realizado ejercicio deportivo adaptado. En su revisión de la investigación sobre los deportes de combate, Pieter (1994) descubrió que los estilos chinos estudiados (tai chi chuan, wing chun) tenían una demanda aeróbica menor (medida por el VO2 Max) que los estilos coreanos o japoneses (tae kwon do y karate), lo que refleja formas de trabajo bastante diferentes; el propio tai chi chuan se diferenciaba del wing chun en que el tai chi tenía una mayor eficacia respiratoria (Schneider, Leung, 1991).
Pero es difícil relacionar estos resultados cuantificados de los efectos de la práctica con lo que podría llamarse el estado de forma física que sienten los sujetos (Buestel, 1982), cuya mejora es también uno de los objetivos de los ejercicios terapéuticos propuestos en rehabilitación (Yardley, Hallam, 1996). Vemos que en este campo queda mucho por hacer en cuanto a la validación científica del uso de estos métodos derivados de los deportes de combate y las artes marciales, aunque empíricamente parezcan proporcionar resultados interesantes. En todos los casos en que se utilicen estos métodos, señalaremos que no se trata de que sustituyan a las técnicas tradicionales de rehabilitación, sino de que las complementen.
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