La curación a través de la meditación, entrevista con Tulkou Thondoup Rinpotche
Con el progreso de la psicología, y de la psicología transpersonal en particular, los occidentales empiezan a comprender los beneficios de practicar la meditación para garantizar una buena salud mental.
Por Jean-Claude Cartier
Pero probablemente todavía les cuesta imaginar que esa misma meditación pueda tener algún impacto en su salud física.
¿Cómo mostrarles el poder de la mente para curar el cuerpo?
Efectivamente, el poder de la mente es enorme; y la meditación, o la oración, pueden curarnos físicamente, o al menos tener una gran influencia en la curación.
Y no es sólo una forma de hablar, sino una certeza en la tradición del budismo tibetano que la curación con la mente forma parte de nuestra forma de vida.
En el Tíbet, por ejemplo, cuando alguien está enfermo, primero acude a un lama para una práctica de meditación. Sólo después acude al médico. (Pero no estamos en el Tíbet... y consultar a un médico aquí en Occidente es un requisito previo para cualquier práctica....)
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En otros casos, cuando la medicación ha resultado ineficaz contra la enfermedad, la meditación o mantras específicos pueden invertir el proceso patológico y tener efectos totalmente positivos.
Un amigo de mi comunidad de Massachusetts tuvo cáncer dos veces. La primera vez, los médicos le condenaron, diciéndole que sólo le quedaban cinco meses de vida. Así que se preparó para la eventualidad de morir y empezó a practicar la meditación intensamente.
Cinco meses después, no sólo seguía vivo, sino que no quedaba ni rastro de células cancerosas. Los médicos no lo entendían
Vivió cinco años sin problemas, después sufrió una recaída. Las mismas amenazas de las autoridades médicas: ¡operación o muerte! Pero, como también le prometieron acabar su vida en una silla de ruedas después de la operación, mi amigo prefirió la meditación... que, una vez más, le curó.
Ahora tiene ochenta y tres años y se encuentra perfectamente. (Nótese que se trata de un ejemplo del autor, y no debe tomarse como un estímulo para no consultar a médicos de cabecera y especialistas)
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¿Cómo se explican estas guerras?
Hay dos razones.
La primera es fácil de entender: cuando meditas, tu mente se vuelve más tranquila y silenciosa... y esto conduce muy rápidamente a una relajación física y energética. Este tipo de relajación crea un espacio en el que las energías fluyen más fácilmente. Recuerda, si alguna vez estamos enfermos, es debido a un bloqueo a nivel energético. El cuerpo y la mente están obviamente vinculados, y cualquier desconexión entre ellos, por parcial que sea, cualquier desarmonía, por temporal que sea, interrumpe la corriente energética y favorece la aparición de la enfermedad.
A través de la meditación, podemos recrear la armonía entre cuerpo y mente.
Sin embargo, además de esta relajación básica -y ésta es la segunda razón de la curación- existen técnicas específicas, como la visualización, que pueden estimular positivamente las fuerzas curativas.
¿Cuáles son estas técnicas?
Hay muchas, pero evidentemente no deben abordarse sin un mínimo de preparación. En primer lugar, por supuesto, hay que saber relajarse, adoptar una postura adecuada, respirar correctamente, crear un espacio mental de paz, luego aprender a visualizar, concentrarse, estar atento, abrirse, fundirse...
Una vez adquirido esto, será importante aprender a abordar los problemas de la manera adecuada. En primer lugar, hay que aceptarlos, reconocerlos, luego encontrar su origen, resolverlos sintiéndolos plenamente, y hacer todo esto con calma. Pero lo más importante es ver nuestros problemas como algo positivo, convertirnos en sus amigos y comprender cómo nos ayudan a evolucionar.
Por último, tenemos que aprender a confiar en una fuente de poder. Para los budistas, puede ser la imagen, la presencia y el poder de bendición de un ser espiritual o una divinidad, como Buda. Otros se apoyarán en la contemplación de Dios o de una imagen sagrada, de acuerdo con sus creencias personales. En realidad, se puede elegir cualquier forma, entidad o fuerza positiva: el Sol, la Luna, el espacio, una luz, un sonido, un olor... cualquier forma de energía a la que prestemos voluntariamente el poder de inspirarnos y sanarnos.
Una vez realizado todo este aprendizaje previo, podemos empezar los ejercicios destinados a despejar los bloqueos energéticos, o a sanar las emociones y los trastornos físicos; en resumen, a despertar las energías curativas. Y para ello, dispondremos de toda una serie de técnicas, como la visualización de la luz...
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Más concretamente, ¿dónde entra en juego la meditación en estas técnicas?
Evidentemente, la meditación está en la base de todas nuestras técnicas. Tomemos de nuevo el ejemplo de la luz. En nuestra tradición, las visualizaciones de luz son los métodos más comunes para curar bloqueos emocionales y dolencias físicas como tumores o bloqueos arteriales.
Antes de empezar la visualización, se crea una atmósfera relajada, se respira profundamente y se sigue mentalmente la respiración durante un rato. A continuación, en función de la naturaleza y la localización del bloqueo, se utiliza un protocolo determinado. Cuando, por ejemplo, la enfermedad está relacionada con el calor, visualizamos una luz blanca y fría que emana de la fuente de energía y rodea la parte superior del cuerpo. Esta luz atraerá la enfermedad como un imán, sacándola del cráneo y disolviéndola en el cielo.
Existe un gran número de ejercicios de meditación especialmente diseñados para tratar problemas de salud concretos. La mayoría de estos ejercicios comprenden cuatro etapas: la identificación del problema a resolver, la utilización de una fuente de poder, la aplicación del método de curación y la curación propiamente dicha. Pero para que la curación sea eficaz, tenemos que utilizar nuestros poderes de imaginación, nuestra comprensión y nuestros sentimientos, y tenemos que creer firmemente en el proceso de curación.
Cada una de las cuatro etapas básicas puede reforzarse utilizando cuatro técnicas: imaginarse la dolencia que se desea curar en forma de imagen, pensar en el término que la describe, sentir sus cualidades especiales y creer en su eficacia. De hecho, los pensamientos adquieren mayor poder cuando se les da forma concreta. Cuando los vemos, cobran vida y son inmediatamente accesibles. Cuando los nombramos, les damos poder. Cuando los sentimos, nos absorben de verdad. Y cuando creemos en su poder, se convierten en realidad.
Todo esto es meditación Es una meditación que, a grandes rasgos, utiliza cuatro herramientas: la visualización de una imagen positiva, que lleva al pensamiento positivo, que a su vez lleva al sentimiento positivo, y luego a la creencia positiva.
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Con estas cuatro herramientas, cualquiera puede cambiar el sistema energético de su cuerpo, facilitando la circulación de la energía y ayudando así a que el organismo funcione mejor.
Pero lo más importante para gozar de buena salud es sentir paz, alegría, fuerza y estabilidad.
Ahora bien, todos estos sentimientos proceden del espíritu, lo que confirma que el espíritu lo dirige todo, que es la fuente de todo.
Y puesto que todo procede de la mente, ¿por qué no utilizar la mente como método?
En la tradición cristiana se distingue entre la paz terrenal y la paz celestial, sobre todo en el Evangelio de Juan, donde Cristo dice: La paz os dejo; mi paz os doy; no os la doy como el mundo la da.
Para los budistas, ¡la paz es un concepto!
Al decir esto, queremos llamar tu atención sobre un mecanismo mental del que necesitas liberarte.
Si la paz y el desapego son sinónimos de salud, ¿por qué tantos maestros espirituales que han muerto de cáncer se han convertido en maestros budistas?
Desde el momento en que nos encarnamos en un cuerpo bruto, hay ciertas enfermedades que podemos curar... y otras que no.
Es más, la enfermedad es percibida de una manera completamente diferente por un maestro espiritual. No sólo se tolera, sino que se acoge con gratitud y se convierte en una fuente de inspiración.
De forma más general, en el budismo, la forma en que concebimos la curación es diferente de la forma en que la ven los occidentales. De hecho, nuestro objetivo no es tanto eliminar un síntoma como lograr una curación global, es decir, una curación de todo el ser.